18
de septiembre de 2012.
Sergio Andrés Muñoz,
representante estudiantil electo, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y
Sociales, Universidad Popular del Cesar; miembro de la Dirección Nacional del
Polo Joven; Mesa Amplia Estudiantil del Cesar.
“Un país que no trabaja para el
bienestar de sus hijos, sino para el enriquecimiento de una potencia
extranjera, está condenado a la bancarrota en todos los órdenes”
Francisco Mosquera.
El tema de la globalización es un tema bastante
amplío, lo cual brinda la oportunidad de tener múltiples enfoques sobre esta
cuestión, pero precisamente ese factor es lo que lleva a que muchos análisis se
desvíen de la esencia del asunto. La cuestión de la globalización presenta dos
aspectos fundamentales, uno, el del desarrollo científico y tecnológico, y otro,
el político.
El primero alude a las novísimas invenciones en
este marco, propias del desarrollo incesante y creativo, producto del esfuerzo
humano, que desde miles de centurias atrás imprime cerebro y músculo
transformando la realidad que le rodea en su beneficio y amoldándola a sus
condiciones de vida en pro de obtener cada vez un mayor bienestar y una mejor
calidad de vida y de hacer más fácil su tránsito por el mundo. Es indudable que
frente a este aspecto no cabe ningún tipo de oposición. El desarrollo
científico y tecnológico obedece a un estadio de desarrollo constante y
progresivo, que precisamente, en el actual modo de producción, adquiere una
velocidad vertiginosa, inimaginable.
El segundo aspecto es el esencial. Una pregunta
ineludible es: ¿en manos de quién se están los avances científicos y
tecnológicos, y con qué fines los utiliza? Nos damos cuenta, entonces, de que
estos adelantos están principalmente en manos de los Estados Unidos y de otras
potencias, y son utilizados para resolver sus contradicciones internas, acceder
a recursos naturales, mercados internos y mano de obra de países extranjeros.
Justamente Alan Greenspan, antiguo gobernador de la Reserva Federal, dijo
el 6 de mayo de 2004: “La globalización –la extensión de la división
del trabajo y la especialización más allá de las fronteras nacionales– es
evidentemente una clave para entender gran parte de nuestra historia económica
reciente.” En pocas palabras, utilizan estos avances como arma de dominio,
en lo militar, económico, político e ideológico.
Lo dicho en el párrafo anterior lo resume más
claramente la frase de Henry Kissinger, quien
fuese Secretario de Estado de los Estados Unidos: “La globalización no es otra cosa que el papel dominante de los Estados
Unidos”.
Estados Unidos, producto del desarrollo de sus
fuerzas productivas, sufre una crisis de superproducción y, por lo tanto,
necesita deshacerse de dichos excedentes. Y la mejor forma de hacerlo es utilizar
la cortina de la globalización para entrar a mercados de naciones extranjeras y
así arruinar el mercado interno y la soberanía de los territorios a los que entra.
Pero no sólo busca esto. Para cumplir sus objetivos a cabalidad es necesario
tener acceso a mano de obra barata y a ingentes recursos naturales, sin los
cuales no podría subsistir. Una clara muestra de lo anterior es que Estados
Unidos consume en promedio 21 millones de barriles de petróleo al día, de los
cuales importa más de 11 millones. Como se ve, la autosostenibilidad no es su
fuerte, y no sólo en esta área.
Es por esto que desde muchísimos años atrás trazan
políticas tales como el Consenso de Washington, el fallido ALCA y los TLC, por
sólo enumerar las más recientes. Dentro del Consenso de Washington, codificado
en 1989 por John Williamson, tenemos que Estados Unidos hizo las siguientes
“recomendaciones” (ya que en la práctica son imposiciones sustentadas en el
chantaje) a los países latinoamericanos, y adoptadas por Colombia en 1990: 1.
Disciplina fiscal; 2. Prioridad para el gasto social; 3. Reforma tributaria; 4.
Liberalización financiera; 5. Tipos de cambio unificados y competitivos; 6.
Liberalización del comercio exterior; 7. Apertura a la inversión extranjera
directa, IED; 8. Privatización de las empresas estatales; 9. Desregulación, y 10.
Respeto a los derechos de propiedad.
¿Qué obtuvo Colombia como resultado de aplicar a
rajatabla estas orientaciones?
1. Según datos de la CEPAL,
nuestra balanza comercial pasó de ser positiva en 1990 en $542,0 millones de
dólares, a negativa en 2002 en -1.897,0 millones de dólares.
2. Pasamos de tener un déficit
fiscal de -0,7% del PIB en 1990, a uno de -6,5% del PIB en 2002.
3. La deuda pública, interna y
externa pasó de $9,47 billones de pesos a $79,14 billones entre diciembre de
1990 y octubre de 2000. En tanto la deuda externa pública y privada llegó al
tope de $39.038 millones de dólares en 2001.
Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, afirmó en
1995 sobre el Consenso de Washington: “El asombroso éxito inicial del
Consenso de Washington estaba basado no en logros sólidos, sino en expectativas
excesivamente optimistas. El punto no es que las recomendaciones de política
que Williamson esquematizó sean equivocadas, pero su eficacia –su capacidad
para convertir a Argentina en un Taiwán de la noche a la mañana- fue
sobrevendida. Inclusive, los cinco años del reinado del Consenso de Washington
pueden considerarse como una suerte de burbuja especulativa, que envolvió no
sólo el usual proceso económico mediante el cual el excesivo optimismo del
mercado puede convertirse temporalmente en una profecía autocumplida, sino un
proceso político más sutil a través del cual las creencias comunes de los
tomadores de decisiones y los inversionistas resultaron reforzándose
mutuamente. Desafortunadamente, todo proceso de refuerzos mutuos debe
confrontar eventualmente con la realidad, y si ésta no es tan buena como el
mito, la burbuja explota”.
El ALCA operaba dentro de esta misma lógica, y fue
Colin Powell, secretario de Estado de Estados Unidos bajo la administración de
George Walker Bush, quien lo explicó muy claramente: “Nuestro objetivo
con el ALCA es garantizar a las empresas norteamericanas, el control de un
territorio que va del polo ártico hasta la Antártida, libre acceso, sin ningún
obstáculo o dificultad, para nuestros productos, servicios, tecnología y
capital en todo el hemisferio”.
Y la estrategia de los TLC llega luego del fracaso
del ALCA. El Congreso de Estados Unidos explica en la Bipartisan Trade
Promotion Authority Act del año 2002 cuál es la finalidad de estos
tratados: “la seguridad nacional
de los Estados Unidos depende de su seguridad económica, la cual, a su vez,
está sustentada en un vibrante y creciente base industrial. La expansión del comercio
exterior ha sido el motor del crecimiento económico. Los acuerdos comerciales
maximizan las oportunidades para los sectores críticos y los bloques
estructurantes de la economía de los Estados Unidos, tales como tecnologías de
la información, telecomunicaciones y otras tecnologías líderes, industrias
básicas, equipos de capital, equipo médico, agricultura, servicios, tecnología
ambiental y propiedad intelectual. El comercio creará nuevas oportunidades para
los Estado Unidos y preservará el poder sin paralelo de los Estados Unidos en
los asuntos económicos, políticos y militares”.
Pero la completa globalización es algo que jamás se
dará, y es precisamente Alan Greenspan quien lo explica: “Globalización completa, en la cual el comercio y las
finanzas son impulsadas solamente por el riesgo ponderado de las tasas de
retorno, y el riesgo es indiferente a la distancia y a las fronteras
nacionales, es probable que nunca será alcanzada. La repugnancia al riesgo
inherente de las personas, y el sesgo implicado por tal aversión, limitará
hasta qué punto la globalización puede continuar. Pero debido a que gran parte
de nuestra experiencia reciente tiene pocos precedentes, como he señalado
anteriormente no se puede determinar plenamente cuánto tiempo tendrá la dinámica
de la globalización actual para jugar.”. Omitió decir que las dinámicas de
la globalización fueron las que han sumido a Estados Unidos y al resto del
mundo en la peor crisis financiera y económica mundial de toda su historia, la cual,
paradójicamente, pretende eludir aplicando las mismas propuestas que llevaron a
la miseria a las naciones latinoamericanas por mandato del FMI. Y la completa
globalización tampoco se dará, no por temores o aversiones, como lo quiere
hacer creer Greenspan, sino porque es absolutamente insostenible, incluso para
sus creadores y promotores.
A todas luces es evidente que la política de
globalización se encuentra en el marco de la política neoliberal, como
complemento y sustento de la misma. Colombia ha sido una víctima más dentro de
este maquiavélico entramado. Las cifras y los hechos son tozudos, y por lo
tanto, la resistencia contra la globalización, que sólo busca acrecentar la
desigualdad y el sojuzgamiento, es un deber ético ineludible, ya que su
verdadero carácter ha quedado al desnudo y su fracaso ha sido evidente. Nuestra
dignidad nacional ha sido mancillada, y como dijese John Maynard Keynes en
1933 "Yo simpatizo, por lo tanto, con aquellos quienes
minimizarían, antes que con quienes maximizarían, el enredo económico entre
naciones. Ideas, conocimiento, ciencia, hospitalidad, viajes - esas son las
cosas que por su naturaleza deberían ser internacionales. Pero dejen que los
bienes sean producidos localmente siempre y cuando sea razonable y
convenientemente posible, y, sobre todo, dejemos que las finanzas sean
primordialmente nacionales".
Bibliografía.
· Remarks by
Chairman Alan Greenspan, Globalization and innovation, At the
Conference on Bank Structure and Competition, sponsored by the Federal Reserve
Bank of Chicago, Chicago, Illinois, May 6, 2004.
· Taylor,
Alan, "A Century of Current Account Dynamics," Journal of
International Money and Finance, 2002.
· Bipartisan
Trade Promotion Authority Act of 2002, División B, Título XXI, Sección 2101,
b,1l
· CEPAL (2002), Panorama de la
inserción internacional de América Latina y el Caribe 2000-2001, Santiago de
Chile.
· Williamson,
John, Democracy and the Washington Consensus, World Developmnet, 1993.
· Krugman,
Paul, Dutch tulips and emerging markets, Foreign Affairs, vol. 74, 1995.
· Suárez, Aurelio, Modelo del FMI
–economía colombiana 1990-2000-, Ediciones Aurora, 2002.
· Suárez, Aurelio, Crítica al
ALCA, Ediciones Aurora, 2003.