Sergio
Andrés Muñoz
Mesa
Amplia Estudiantil Del Cesar; Universidad Popular del Cesar.
Twitter:
@sergioandresmn
Conocí a José en San Alberto, Cesar. Durante
años laboró en los cultivos de palma adscritos a Indupalma y hoy es
mototaxista, un hecho indicador de que el negocio agrícola se le vino por
tierra. Su jornada empezaba a las 2 y media o 3 de la mañana, hora en que se
levantaba a preparar el almuerzo y a alistarse para esperar el transporte que
lo llevaría a la plantación. La jornada para todos no empezaba a la misma hora.
A mayor distancia del cultivo, más temprano debía levantarse. Eso sí, nadie
podía entrar después de 5:00 a trabajar.
Los trabajadores directos ejercían labores
por ocho horas al día, aunque podían extenderse. En cambio, los subcontratados
a través de cooperativas trabajaban por tarea asignada. “Tu horario de salida dependía de tu eficiencia”, anota José.
Las jornadas laborales eran extenuantes. "Había días en que llegaba a la casa a
las 3 de la tarde, cuchareaba algo, me acostaba y seguía de largo hasta el día
siguiente".
Resultaba casi imposible que los campesinos
se convirtieran en grandes empresarios. “La
palma es muy costosa”, explica José. “Es
un híbrido que presenta más de diez enfermedades, la peor, el cogollo. Hay que
pagar un especialista para que revise las plantas. Aparte hay que asignarles a
los árboles una circunferencia especial para plantarlos. Indupalma alquilaba
avionetas para esparcir los químicos por vía aérea. Los almacenaba en
subterráneos".
Y sobre las ganancias, el panorama es
desalentador. “Un campesino requiere
tener, al menos, más de diez hectáreas para sacar un margen mínimo de ganancia.
Y cuando le digo mínimo, es que alcanza sólo para el arroz”, aclara José.
“Al
principio tuvimos buenas condiciones laborales. Transporte, alimentación,
etc.”,
continúa. Lo interrumpo para preguntarle qué funcionaba en unas casas que
antaño fueron blancas y hoy están derruidas, sacando fuerzas para no caerse. "Eran el casino y el hospital, pero nos
los quitaron”.
Le pregunto por qué. “Por el sindicato. Los trabajadores crearon un sindicato y entonces
Indupalma nos dijo '¿Crearon sindicato? Pues les quitamos el casino y el
hospital'.”
Ante panorama tan desalentador, José prefirió
dejar la palma. Lo que al principio le prometieron como un sueño terminó
trastocándose en una pesadilla de la que, por fortuna, alcanzó a despertar
temprano. No corrieron la misma suerte los demás "socios". “Varios están hoy endeudados, mientras que
quien los llevó a meterse en el negocio hoy es ministro", afirma José,
no sin rabia ante tremenda injusticia.
Día tras día, José sigue en su labor de
mototaxista. Me cuenta que le han ofrecido volver a Indupalma en tres ocasiones.
“Si dios no me castiga, por allá no
regreso jamás”, concluye con contundencia.